La crisis del comercio en la Ciudad
Introducción
La actividad comercial es uno de los pulmones económicos de la Ciudad. En ella trabajan más de 260.000 personas, casi un 30% de la población ocupada de CABA, y su aporte al Producto Bruto Geográfico es un 15% del valor agregado total. Los locales minoristas se mueven al ritmo de los grandes ejes comerciales y de la vida de los barrios. Los locales mayoristas conforman una valiosa red de conocimientos técnicos que abastece a la región metropolitana y al país. Todo ese entramado comercial se encuentra atrapado entre la crisis económica nacional y la ausencia de las políticas económicas locales.
La situación del sector es crítica. La recesión iniciada a mediados de 2018 agravó el preocupante cuadro económico que se había delineado a partir de 2016, cuando el comienzo del gobierno de Macri en la Presidencia marcó un quiebre en las condiciones de la actividad comercial. Los costos del comercio minorista y mayorista se incrementaron como consecuencia de los sucesivos ajustes de tarifas en servicios públicos y precios de combustibles, y de la liberalización cambiaria y financiera. Sobre ese escenario de por sí complicado, la abrupta depreciación de la moneda en 2018 y el deterioro en los indicadores de empleo e ingresos agravaron la situación. Desde entonces, el comercio en la Ciudad se hunde en un cuadro recesivo que aún no encuentra su piso.
La crisis de los comercios en números
Caída del consumo masivo en grandes locales
Los principales indicadores comerciales muestran un declive que todavía no alcanzó su piso. Las ventas en supermercados y shoppings centers, que representan una fracción relevante del total del consumo privado, se encuentran en niveles históricos muy bajos y los datos publicados a febrero de 2019 confirman la tendencia negativa de los últimos dos años. El consumo en supermercados cayó un 13% y el consumo en shopping centers, un 21%.
La caída de ventas en supermercados no sólo afectó sensiblemente a los rubros que primero suelen resignarse ante la pérdida de ingresos familiares, como electrónica (-30%), indumentaria (-28%) y alimentos preparados (-26%), sino que también se manifestó en rubros esenciales en el consumo de los hogares, como lácteos (-11,5%) y carnes (-6%).
En los shopping centers, donde la caída total del consumo fue mayor, hay rubros que tuvieron reducciones en su facturación de órdenes de magnitud muy elevados, por encima del 30%, que ponen en peligro la actividad comercial. En juguetería y muebles y decoración, por ejemplo, la caída fue de un 33% en los últimos dos años. En electrónica, del 39%. Ningún rubro de ventas en los shopping centers muestra un desempeño aceptable: el menos castigado, las librerías, retrocedieron un 14% en su facturación.
Caída del consumo minorista en general
El panorama de los centros de consumo masivo anticipa una situación más difícil para los comercios minoristas de barrio. Los comercios chicos se ven igualmente afectados por la caída de las ventas en todos los rubros, pero están aún más comprometidos por su dificultad para hacer frente a los costos crecientes de comercialización y financiamiento.
De acuerdo con datos de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa, el comercio minorista tuvo una baja del 18% en términos reales desde fines de 2016. Esta tendencia decreciente comenzó en 2018 y se agravó en 2019, aunque resulta particularmente grave si se la compara con los niveles de la actividades comercial minorista hace tres o cinco años, que eran un 25% y un 305% más altos respectivamente.
El factor determinante en la caída de las ventas ha sido el aumento desmedido en los precios, muy por encima de la evolución del nivel de ingresos, lo cual provocó una reducción del poder de compra. A febrero de 2019, la remuneración promedio del sector privado había caído un 10% respecto a diciembre de 2016 medida en términos reales.
Uno de los principales factores que inciden en el aumento de la inflación es la política tarifaria por parte del Gobierno Nacional y el Gobierno de la Ciudad. La quita masiva de subsidios a las tarifas de servicios del hogar (energía eléctrica, agua, gas) y el transporte (subte, colectivo, tren, peajes) tuvieron un impacto directo sobre el nivel de precios, así como efectos persistentes en la propagación de la inflación mes a mes.
Los aumentos de precios regulados por el Estado explican, por sí solos, más de cuarto de la inflación acumulada entre diciembre de 2016 y febrero de 2019 (casi 29 sobre 97 puntos porcentuales). Entre los bienes y servicios, se destaca que de los 97 puntos de inflación en ese período hay 16 puntos acumulados directamente por alimentos y bebidas, que aumentaron en una proporción mucho mayor a rubros de menor necesidad, tales como indumentaria (4 p.p.) y restaurantes y hoteles (8 p.p.)
La suba del dólar es el otro componente que explica el sostenido aumento de los precios. En diciembre de 2016, el dólar tuvo una cotización promedio de $15,8. En febrero de 2019, se había disparado a $38,4, y actualmente se ubica en torno a los $46. Mientras la depreciación fue gradual, los precios aumentaron al mismo ritmo. La crisis cambiaria de 2018, con episodios de fuertes saltos en el dólar en mayo y septiembre de ese año, provocaron una aceleración de los precios. La tensa calma cambiaria de mediados de este año anticipa un escenario inestable hacia el futuro para la actividad comercial.
La caída en las ventas se conjuga con el aumento de costos
Dólar y tarifas han sido, entonces, el combo que puso a los precios muy por encima del salario, reduciendo las ventas de los comercios. Pero esos mismos factores también afectaron la sustentabilidad de la actividad comercial por el lado de los costos. La variación del índice de precios mayoristas desde 2016 ha superado a la del índice de precios al consumidor en más de un 9%, lo cual refleja una compresión de los márgenes del comercio de venta minorista, que no han podido trasladar a los precios de venta los aumentos de precios de sus proveedores.
Los sectores más afectados por la compresión de márgenes han sido alimentos y bebidas y en general. Se destaca que en el rubro de panadería, un sector particularmente relevante entre los comercios de barrio, los precios mayoristas, es decir de sus insumos, se incrementaron nominalmente un 18% más que los precios de sus productos, reduciendo los márgenes. En otros rubros que tuvieron caídas más fuertes en las ventas, como muebles e indumentaria, el margen para trasladar los aumentos de precios mayoristas fue menor.
En cuanto a los costos de servicios públicos, los comercios han estado entre los más afectados por los tarifazos iniciados en 2016. Los aumentos a la electricidad que pagan los comercios incluso superaron los fuertes aumentos de la tarifa residencial. Mientras que la tarifa residencial promedio subió un 1925% nominal según cálculos de la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad, la tarifa que pagan los comercios, en cambio, se incrementó entre un 2100% y un 2030%. Medido en términos reales, los comercios pasaron a pagar más del el doble de lo que pagaban a fines de 2016 y más de siete veces más de lo que pagaban a fines de 2015, con la particularidad de que los comercios chicos incluso fueron proporcionalmente tan o más castigados por los aumentos que los comercios medianos y grandes.
En el caso de las tarifas de gas, la diferencia entre los aumentos a usuarios domésticos y no domésticos fue mayor que en la electricidad. Mientras que la tarifa doméstica promedio se incrementó nominalmente un 750% desde diciembre de 2016, la tarifa de gas para comercios tuvo aumentos mayores al 3000% en el mismo período. Un restaurante tipo de 100 cubiertos, con un consumo promedio de 2400 m3 por mes, pagó en marzo de 2019 una factura de casi $24.000, más de diez veces más de lo que pagaba hace dos años en términos reales.
El panorama de la calle: persianas bajas por todos lados
Los datos de la actividad comercial reflejan la perspectiva que se encuentra en los principales ejes comerciales de la Ciudad. En las siete cuadras de la avenida Corrientes entre Callao y 9 de Julio, en mayo de 2019, por ejemplo, se encontraron once locales cerrados donde funcionaban rubros diversos, desde maxikioskos y bares, hasta librerías y negocios de indumentaria. La situación al interior de las galerías comerciales es particularmente dramática
El paisaje de la avenida Corrientes se replica en otras arterias comerciales como avenida Santa Fe, Pueyrredón, Cabildo y la peatonal Florida. La crisis afecta tanto a comercios de poca antigüedad como a locales emblemáticos. Entre los bares y restaurantes con cierres recientes se encuentran La Giralda (88 años de antigüedad), El Preferido de Palermo (66 años) y Pizzería Roma (60 años).