ENFERMERÍA EN CABA, UNA PROFESIÓN MENOSPRECIADA
Por Romina Duarte y Gastón Etcheberry
El complicado ejercicio de la Enfermería en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se inscribe en el marco de la crisis generalizada de la Salud Pública del distrito en los últimos años, ante la desvalorización, falta de reconocimiento profesional, el menosprecio y la desigualdad en términos de derechos laborales y jerarquización profesional del sector. Antecedentes desde una perspectiva histórica de una ocupación ligada al cuidado y fuertemente feminizada.
El presente documento surge con la intención de dar cuenta del proceso actual por el que transita la profesión de Enfermería en la Ciudad de Buenos Aires, donde conviven la falta de reconocimiento, la desvalorización y la desigualdad en términos laborales y profesionales.
Trabajaremos en una primera instancia en clave histórica con los inicios en la formación, en un breve recorrido destacando sus principales referentes dentro del campo sanitario, dado que a medida que las sociedades capitalistas se volvieron más complejas, la Salud y las actividades burocráticas exigieron una mano de obra técnicamente capacitada para ejecutar eficientemente las nuevas demandas de cada sector.
Luego, abordaremos los procesos de profesionalización que implican el pasaje por instituciones de capacitación y la titulación y cómo este recorrido fue limitado por la
desjerarquización de la profesión, vinculada a la desigualdad de género, en torno a una actividad históricamente feminizada.
Para finalizar, analizaremos la configuración de la enfermería en nuestro país en base a los registros oficiales. De esta manera, este recorrido nos servirá para comprender el estado de situación de esta profesión en el contexto de la Ciudad de Buenos Aires (CABA), el distrito más rico del país, donde hay aproximadamente 10.000 enfermerxs.
El reciente contexto de pandemia dejó muchos interrogantes a reclamos históricos, pero también puso en serio cuestionamiento si el poder político comprende la real importancia de estxs trabajadores con o sin pandemia.
UNA BREVE RESEÑA HISTÓRICA
La enfermería como profesión experimentó muchas etapas hasta convertirse en una disciplina científica, cambiando sus conceptos y sus definiciones. Se fue transformando y describiéndose como una serie de tareas y técnicas (subordinadas a la Medicina); como un servicio humano, como una vocación aprendida y actualmente como una disciplina en el área de la Salud, que maneja el cuidado de ésta durante el transcurso del ciclo vital (Rodríguez, 2020)
Frente a la presencia de brotes epidémicos (como el cólera y la fiebre amarilla), enfermedades infantiles, y accidentes laborales, desde el siglo XIX el Estado Nacional impulsó la centralización de la política sanitaria y de sus instituciones, entendibles bajo las ideas dominantes de la corriente del Higienismo. Las autoridades de Salud de la época comprendieron la necesidad de promover personal calificado de Enfermería.
Cecilia Grierson, la primera mujer graduada en la carrera de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, propuso en 1886 la creación de la Escuela de Enfermeras, Enfermeros y Masajistas de la Ciudad de Buenos Aires (Morrone, 2018), institución que posteriormente fue integrada a la Asistencia Pública de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, en 1892, para finalmente pasar a la entonces Secretaría de Educación del Gobierno de la ciudad, encuadrada en el espacio de formación técnico-profesional dependiente de la Dirección de Educación Superior.
A partir de 1914, las mujeres podían atender también a varones, marcando una diferencia con etapas anteriores donde los pacientes solo eran asistidos por personal de su mismo género.
En nuestro país la Cruz Roja Argentina, en 1928 estableció la llamada “Escuela de Samaritanas” que ofrecía cursos de primeros auxilios, medicina preventiva, higiene y puericultura, para mujeres que quisieran colaborar en hospitales y situaciones de emergencia. En relación a las prácticas del cuidado había dos tendencias, una representada por la tradición religiosa, que promovía dichas prácticas basadas en valores como vocación de servicio, sacrificio y caridad. La otra, promovida por Grierson, enfatizando la capacitación profesional o académica.
En 1946, con la creación del Ministerio de Salud de la Nación, bajo la gestión del Dr.
Ramón Carrillo durante el primer período de gobierno peronista, se impulsó la profesionalización de la práctica sanitaria, enmarcada en el Plan Analítico de Salud. Por ello, se impulsó la Escuela Superior de la Secretaría de Salud Pública y la Escuela de Enfermeras y posteriormente la Fundación Eva Perón también fundó la Escuela de Enfermeras “7 de Mayo” (Ramaciotti y Valobra, 2010).
Estas instituciones brindaron una formación apuntada a la atención y cuidado de las personas hospitalizadas y tareas de prevención en espacios rurales y/o urbanos. Y a la vez, representaron una gran opción nueva para las mujeres de ingresar al mercado laboral. En el contexto de la denominada “Guerra Fría”, las flamantes Escuelas de Enfermería surgieron bajo los lineamientos impartidos por organismos internacionales que impulsaron programas específicos para la promoción social de las mujeres en “contextos de países subdesarrollados”.
Esta situación generó una diferenciación en la enseñanza de la enfermería: las denominadas “profesionales” (provenientes de carreras universitarias) y las “auxiliares” (provenientes de institutos). Cabe mencionar que, a partir de 1967 se habilitó la formación universitaria en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Una formación académica marcada con una posición claramente subalterna, es decir, una profesión bajo la supervisión médica.
Durante la década de 1990, el Sistema de Salud fue atravesado por las reformas impulsadas por el neoliberalismo, transformaciones que seguían la lógica de mercantilización. a través de varios ejes: focalización de poblaciones, privatización de lo público rentable, conformación de paquetes básicos de atención, medicinas prepagas, todas prácticas que en conjunción diluían la responsabilidad del Estado.
Además, esta etapa histórica estuvo determinada por la sanción de la Ley Nacional de Enfermería N° 24.0041 (1991), reglamentada en 1993, que fue promovida por la Federación Argentina de Enfermeras. La importancia de esta ley es que, además de regular el ejercicio profesional, reconoció a la Enfermería como una profesión autónoma y definió dos clases de ejercicio: el profesional y el auxiliar. También se amplió el campo de ejercicio, agregando la actividad docente, la investigación y la administración.
El proceso de descentralización parte de las reformas sectoriales que buscaron la desregulación del sector. Estas reformas no contemplaron medidas de coordinación y compensación entre regiones, dando como resultado la consolidación de un sistema en el que las provincias y los municipios incrementaron las funciones asumidas sin correlato en los recursos necesarios para afrontarlas.
El impacto negativo sobre las condiciones de empleo no tardó en verse y se agudizó durante la crisis de 2001, afectando tanto al subsector público como al privado. Tras la crisis hiperinflacionaria de aquel momento, se generó una mercantilización de la salud. Por ello se desarrollaron los Programas de Profesionalización de auxiliares de enfermería aprobados por el Consejo Federal de Educación por resolución 207/13, siendo hoy el instrumento oficial del proceso de homologación de títulos de enfermería del país.
En la gestión de la crisis sanitaria producto de la pandemia mundial se ha visibilizado y reconocido el papel de “lxs trabajadorxs de la primera línea”, aquel grupo que trabaja en hospitales y centros de salud que atienden los casos de Covid-19. Este reconocimiento no ha sido suficientemente divulgado y resalta el hecho de que este sector de la salud, a nivel mundial y también en la región, está altamente feminizado. Según datos de la CEPAL (2020) las mujeres representan el 72,8 % del total de las personas ocupadas en ese sector en la región.
Siguiendo las directrices relativas al Covid 19, La Alta Comisionada de las Naciones
Unidas para los Derechos, Michelle Bachelet, destacó que el respeto de los derechos humanos en todo su espectro, tanto a los derechos económicos, sociales y culturales como civiles y políticos, será fundamental para el éxito de la respuesta de la salud pública. El mencionado documento en uno de sus apartados refiere que la salud y la seguridad laboral de quienes siguen trabajando durante la crisis sanitaria, en particular los trabajadores sanitarios y el personal de apoyo, que en su mayoría son mujeres, deben ser evaluadas y atendidas.
LA FEMINIZACIÓN DE LA PROFESIÓN
A lo largo de la historia se ha asociado el acto de cuidar con el género femenino. Nuestra sociedad patriarcal ubicó a la mujer en la esfera de lo privado, en contraposición de la esfera pública, dominada por el hombre (Jelin, 1983). Las categorías público y privado hicieron visibles una división de espacios, funciones, roles, tareas y lugares que acentuaron una división sexual jerárquica.
El espacio público constituido a partir de una división social, fruto del capitalismo, delimitó claramente el espacio del trabajo remunerado. Así́ se separó́ la esfera familiar del ámbito de la producción. En contraposición a este espacio, se organizó́ lo privado, ámbito por excelencia de la familia, caracterizado por la crianza, educación de los hijos y la reproducción social. Asimismo E. Jelin, manifiesta que “la familia. y el mundo doméstico se ven conformados en relación al mundo público de los servicios, de la legislación, del control social, de la medicina, de la imagen social sobre la familia, de las ideologías e instituciones educativas, de la filantropía y la caridad.” (Jelin 1983: 16-17).
La función reproductora de la mujer ha naturalizado su existencia, haciendo exclusivo de ella el cuidado de los miembros más frágiles de la familia, los niños, los enfermos y los ancianos. En consecuencia, el cuidado siempre ha sido considerado como un trabajo invisible, sin ningún valor económico ni social y entendido como parte de la naturaleza de la mujer.
El proceso de feminización se puede dividir en dos formas de segregación. Una vertical, en la cual existe una significativa diferencia entre los potenciales aspirantes a puestos de conducción y quienes efectivamente ocupan tales cargos (Pautassi, 2005). Por otro lado, la horizontal, que refiere a la forma en que actúan los estereotipos sexuados dentro de los ámbitos de trabajo: la virilidad se asocia al trabajo pesado, penoso, sucio, insalubre, a veces peligroso, que requiere coraje y determinación; la femineidad se liga al trabajo liviano, fácil, limpio, que exige paciencia y minuciosidad. En este último aspecto, las investigaciones demostraron que las desigualdades entre varones y mujeres no se originaron en el mercado de trabajo sino que surgieron en otros espacios de la vida social y que preexisten al momento de su inserción laboral.
La feminización del mercado laboral es un concepto que hace referencia al incremento de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo. Este fenómeno ha sido explicado como consecuencia de la mayor autonomía y el reconocimiento que se ha hecho a las mujeres como sujetos y, a la vez, también, se asoció con las etapas del capitalismo, que al hacer más precarias las condiciones laborales, encontraron justificativos ideológicos y económicos para emplear a las mujeres, como, por ejemplo, en los contextos de conflictos bélicos generalizados.
A su vez, se debe tener en cuenta que la profesionalización se encuentra sujeta a los procesos socio-políticos y sanitarios de cada época, transitando periodos de debates hasta llegar a ser considerada como una profesión. El ejercicio de la enfermería implica la prestación de un servicio social clave. El personal de enfermería, con base en sus conocimientos y habilidades, es quien proporciona los cuidados necesarios para los procesos de promoción, recuperación y mantenimiento de la salud (Zabalegui Yamoz, 2003).
A diferencia de otras ocupaciones del cuidado, en las que este constituye un componente entre otros, la enfermería reviste la particularidad de definirse a sí misma en términos de su objetivo y misión de brindar cuidado.
LUCHAS Y REIVINDICACIONES DE LA PROFESIÓN
La asociación cultural entre cuidado e imágenes estereotipadas de género sin duda presenta correlatos en la valoración social y económica de esta ocupación. Una primera cuestión que evidencia la desjerarquización del cuidado a nivel institucional tiene que ver con un sistema de salud que emplea recursos humanos en enfermería con niveles mínimos de calificación, en especial en el caso de lxs auxiliares.
Otra cuestión, estrechamente vinculada con la anterior, tiene que ver con el lugar institucional en el que se ubica, o en el que es confinado, el personal de enfermería.
Mientras que el personal médico forma parte de los planteles “profesionales”, la enfermería integra la planta de personal “no profesional” del Sistema de Salud.
El análisis de la profesionalización de ocupaciones feminizadas resulta un desafío para estudiar cómo la dominación sexual estructura los lugares de trabajo y el hogar conyugal. Carole Pateman (1995) propone la comprensión del patriarcado moderno desde la esfera privada hacia la esfera pública. El establecimiento del control, la autonomía y el límite de muchas profesiones respecto de la Medicina y otras ocupaciones y profesiones afines es un inacabado proceso histórico que se hace necesario desmenuzar para librar a las profesiones ligadas al cuidado de la pesada carga de la subalternidad y la jerarquía.
La importante dispersión de la representación gremial de la ocupación deja muchas veces sin capacidad de negociación a estxs trabajadorxs. Además, de un predominio de remuneraciones bajas, que permite poner en contexto problemas como el de la extensión sistemática de las jornadas laborales (a través de la incorporación de horas extras), así como el del pluriempleo generalizado en la ocupación.
Para el 2020 la Auditoría General de la CABA elaboró un informe sobre la situación de los módulos de enfermería en el 2017 (Informe 3.18.054) el mismo destacaba los siguientes hallazgos: desjerarquización de la profesión; malos registros; sobrecarga en la jornada laboral (Tareas Insalubre); incumplimiento a lo dispuesto por la ley de Jornada de Trabajo (Ley 11544) y el 91,28% (promedio) de los módulos realizados en los hospitales de la muestra superan la cantidad de horas establecidas en las normativas antes mencionadas.
En cuanto a la liquidación de haberes de los agentes; se les realiza el pago de un monto fijo (valor monetario del módulo), en lugar del pago como hora extra y/o suplementaria.
Durante dicho periodo el área no contó con un circuito formal para la asignación, liquidación y posterior pago de los módulos de enfermería, que determine las áreas intervinientes en el proceso y las responsabilidades de cada una de ellas.
De estos hallazgos resulta necesario comprender la implicancia que tiene para lxs trabajadorxs la necesidad de realizar importantes sobreturnos en una profesión que se considera insalubre, la misma no debería superar las 6 horas por jornada por las consecuencias físicas y mentales que acarrea sobre lxs trabajadores.
ESTADO DE SITUACIÓN DE LA ENFERMERÍA EN ARGENTINA
En Argentina, la Enfermería se encuentra configurada en tres categorías de personal: licenciados en Enfermería, enfermerxs y auxiliares de Enfermería. Su diversidad está relacionada con el proceso de construcción histórico de la profesión, la cual fue delineando los distintos enfoques y contenidos de la formación académica y las prácticas sanitarias resultantes.
De los datos consolidados por el Observatorio Nacional de Políticas de Recursos Humanos de Salud (2018) surge que el total del personal de Enfermería en el país asciende a 192.829 personas, teniendo en cuenta las tres categorías enunciadas; El total del personal de Enfermería del sector público en Argentina , es de 25.383, lxs licenciadxs en Enfermería representan el 13,2%, lxs enfermerxs técnicos el 45.2% (25.383) y los auxiliares en enfermería el 41.6 % (25.383).
En la Ciudad de Buenos Aires se cuenta con la mayor concentración de médicos y enfermerxs per cápita del país. En territorio porteño se encuentran registrados 16,6 médicos y 6,6 enfermerxs cada mil habitantes.
Durante el 2019, según datos del Ministerio de salud de la Nación, la cantidad de egresadxs de carreras técnicas de Salud que correspondió a Enfermería que cursaron en instituciones privadas fue de 4706 egresadxs y de públicas, de 2884. En jurisdicción de la Ciudad de Buenos Aires, el número de egresados fue 1398, de los cuales 1056 corresponden a la educación privada y 342 del sector privado.
Las escuelas técnicas con ofertas de carreras de Salud, a nivel nacional son un total de 404, un 48,2 % de gestión estatal y 51,8 % privadas. El territorio porteño cuenta con 32 instituciones, solamente 4 pertenecen al sector público, como la conocida Escuela superior de Enfermería Cecilia Grierson en el barrio de Caballito.
Para el ingreso 2022 la UBA difundió la cantidad de inscriptos para el Ciclo Básico Común (CBC) en sus diferentes facultades, entre ellas Medicina con 10.082 ingresantes, con un dato que pasa inadvertido: de cada diez ingresantes a Medicina, tres lo hacen a Enfermería, en la que se anotaron 2629 estudiantes.
ESTADO DE SITUACIÓN EN CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES
En 2018 se aprueba la Ley 6035 donde se deja por fuera del escalafón profesional de los Hospitales y Centros de Salud de la CABA a lxs enfermerxs, lo que termina de precarizar la profesión considerándolos como trabajadores administrativos, bloqueando su capacidad de concursar por cargos, participar de capacitaciones internas al sector y acceder a salarios acorde a su profesión.
En febrero de 2019, el jefe de gobierno de la Ciudad, junto con representantes gremiales (Sindicato Único de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires, SUTECBA), elaboraron un acta de Negociación Colectiva (Nº 3/19 – Comisión Paritaria Central) para llevar adelante una nueva carrera de enfermería y especialidades técnico profesionales de la salud, que comprendiese a lxs auxiliares, profesionales y quienes se hayan licenciado en enfermería, así como a especialidades técnicas, si bien esto es un avance en jerarquizar la profesión, se relativiza en el marco de que continúan excluyendo la profesión del escalafón profesional.
Según las organizaciones gremiales el promedio del salario mensual de enfermerxs y técnicxs auxiliares ronda los $70.000 por debajo de la línea de la pobreza ($84.000), en valores del primer trimestre de 2022.
Los mismos gremios solicitan la inclusión a la Ley 6035 de profesionales en CABA, aumento salarial por encima de la canasta básica familiar y reclaman ante las condiciones de insalubridad, y el pase a planta permanente de todos los contratados.
CONCLUSIONES
El personal de Enfermería, en base a sus conocimientos y habilidades, es quien proporciona los cuidados necesarios para los procesos de promoción, recuperación y mantenimiento de la Salud.
La Enfermería es una de las “ocupaciones de cuidado” dentro del complejo entramado de lxs trabajadores de la salud. En este contexto, tiene la particularidad de ser una actividad con más alto nivel de feminización (85% de mujeres) y mayor carga de cuidado directo en sus tareas.
La enfermería pertenece a un sector cuya composición es compleja por la segmentación en subsectores, por los procesos de descentralización política y geográfica, por la fragmentación en diversos tipos de establecimientos desvinculados entre sí, además de la heterogeneidad de las ocupaciones y niveles de clasificación que componen el empleo sectorial.
Este rasgo le otorga a la Enfermería una configuración heterogénea en términos de ámbitos de inserción, regulaciones, representación gremial y calificaciones, que se traducen en diferentes condiciones laborales dentro de la misma ocupación.
Las problemáticas que afectan a lxs enfermerxs en nuestro país, pero en particular en nuestra ciudad son diversas e impactan negativamente tanto en sus condiciones laborales como en la calidad de atención en salud: la sobrecarga laboral, el pluriempleo, las deficiencias en la infraestructura e insumos y los bajos salarios son correlatos de la situación del sector.
Pero la enfermería presenta particularidades, la multiplicidad de normas que regulan la ocupación y una estructura sindical amplia y compleja, que fragmenta la representación. La inclusión de estos profesionales de la Salud dentro de la Ley 6035 además de reconocer a la carrera, les otorgaría una serie de derechos y obligaciones que involucran condiciones dignas y equitativas de labor y la posibilidad de acceder a un salario más justo.
Por último, destacamos que en la Ciudad de Buenos Aires donde se firmaron compromisos con la equidad de género (Ods 511) es imperioso tomar acciones en pos de jerarquizar la profesión de Enfermería y terminar con la precarización del sector.
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