EL ESPEJISMO DE LA CIUDAD VERDE
La falta de espacios verdes en la Ciudad de Buenos Aires empeoró durante los últimos trece años de gestión del PRO, pese a su reiterada consigna electoral del plan “Ciudad Verde”: con un estimado en cifras oficiales de 6 metros cuadrados por habitante en promedio y una medición técnica discutida por especialistas, que hablan de menos de cuatro metros cuadrados disponibles. Muy atrás de los diez o quince metros cuadrados mínimos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS)(1) en grandes urbes y un déficit que afecta a la salud de las personas y al medio ambiente.
Al analizar la distribución de espacios verdes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires lo primero que salta a la vista es que resulta insuficiente para todos los residentes, trabajadores no residentes, visitantes y turistas, que a diario circulan en ella, duplicando cada jornada los casi tres millones de habitantes registrados de la mayor urbe del país (según estimaciones oficiales y en circunstancias normales ajenas a los actuales tiempos de pandemia).
“Uno de los puntales de la política de marketing del oficialismo, con Mauricio Macri y ahora con Horacio Rodríguez Larreta, es imponer cosas que no son, como la idea de que gestionan bien la política urbana y ambiental e impulsan una ciudad verde o ‘ecofriendly’, como les gusta decir. Nada más alejado de la realidad, hasta en la manera de medir en los registros oficiales lo que el Gobierno de la Ciudad toma como espacio verde. Según datos del exMinisterio de Ambiente y Espacio Público (hoy Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana) se trata de seis tipos de espacios: parques, plazas, plazoletas, jardines, canteros y “otros”, que implican la inclusión de diversos equipamientos. Todo sin discernir condiciones tanto de escala y de uso, que diferencian la necesidad social de contar con un parque o una plaza como espacios de esparcimiento, socialización y recreación, mientras que canteros y jardines sólo cumplen funciones complementarias en el tejido urbano y en infraestructuras”, analizó el arquitecto Julián Olivares, especialista en el tema de la FADU (UBA).
“Sabemos que las comparaciones son odiosas, pero para tener una aproximación palpable de cuánto es 6 metros cuadrados por habitante, un espacio de cochera en la Ciudad mide 5 x 2,5 metros, que da una superficie de 12,5 metros cuadrados, podríamos decir que cada porteño dispone, si tiene suerte, de media cochera de espacio verde. Siguiendo con esta línea de pensamiento, también hay que evidenciar que el automóvil es uno de los elementos que disputa constantemente por el espacio público. Desde las anchas avenidas y calles que han ido avanzando sobre veredas arboladas o plazoletas, hasta las infinitas hileras de autos estacionados en las calles de la Ciudad, en cada carril pegado al cordón, que podría ser un potencial espacio verde”, prosiguió Olivares.
Otro foco de análisis que se debe puntualizar es que tampoco la distribución de la que surge este promedio resulta equitativa, sino todo lo contrario. Cuando hacemos un “zoom” en la geografía urbana porteña: apenas un tercio de las quince comunas superan, en números desglosados, el promedio general oficial de seis metros cuadrados por habitante.
Las comunas 1, 8 y 14, dónde se ubican la Reserva Ecológica Costanera Sur y los parques metropolitanos (3 de febrero, Parque de la Ciudad y Parque Saavedra), superan ampliamente a las demás gracias a estos enclaves.
Pero hasta en los barrios “privilegiados” se cuelan mediciones engañosas o al menos ambiguas, por ejemplo en el caso de la Comuna 9, donde está el Parque Avellaneda, en realidad suma su mayor ingreso de espacio verde por la medición de los “jardines” que bordean la Avenida General Paz, en el límite con la Provincia de Buenos Aires.
“Los espacios verdes no son sólo espacios de recreación, sino que cumplen servicios ecosistémicos muy importantes para todos los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, tales como filtrar y absorber contaminantes y material de partículas de la atmósfera y secuestran dióxido de carbono y liberan oxígeno, a través de la fotosíntesis combatiendo el cambio climático, algo tan temido y en agenda. Además colaboran amortiguando y mitigando las inundaciones porque son justamente las superficies absorbentes las que pueden disminuir sus efectos, que son un flagelo recurrente para la Ciudad de Buenos Aires”, explicó Hernán Hougassian, Licenciado en Ciencias Ambientales y docente del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la FAUBA (UBA).
“Los espacios verdes también revierten el llamado ‘efecto de la isla de calor’ y amortiguan los aumentos bruscos de temperatura que se generan en zonas con mucha cantidad de cemento. Tener un espacio verde es beneficioso por un montón de variables, no se trata solamente de la enorme dimensión necesaria que poseen como sitios de distracción y ocio, sino que ayudan al control del estrés y de distintos tipos de enfermedades para la población“, prosiguió.
En estos tiempos de pandemia y aislamiento la sociedad, en especial en grandes poblaciones como la de la Ciudad de Buenos Aires, volvió a comprobar con fuerza el carácter vital de estas zonas para el entramado y la planificación urbanos saludables.
UNA DISTRIBUCIÓN MUY DESIGUAL
Según datos oficiales del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el distrito cuenta con algo menos de 1900 hectáreas de espacio verde en el conjunto de las quince comunas(2) y éstos crecieron, por ejemplo entre 2017 y 2018, mientras que organizaciones y expertos ambientalistas refutan con firmeza las cifras y afirman que, en realidad, desde 2007 se perdieron más de 300 hectáreas de espacio público.
Teniendo en cuenta que solamente la población permanente de la Ciudad es de aproximadamente tres millones de habitantes y se mantiene estable hace décadas, la gestión del PRO incorporó escaso espacio verde en sus trece años de gestión y mantiene, si tomamos en consideración solamente la medición oficial, una relación en torno a los seis metros cuadrados de espacio verde por habitante.
En el plano normativo, la Ciudad cuenta con una ley que tiene por encima solo a la Constitución del distrito, que es el Plan Urbano Ambiental. Esta herramienta implica el marco de todo lo inherente a la matriz urbana, contiene los lineamientos estratégicos y es el soporte del proceso de planeamiento y gestión.
La falta de respuestas del gobierno porteño puso en evidencia las carencias del área: desde incorporar nuevos parques en tierras fiscales, crear soluciones espaciales a fin de incorporar espacios verdes de acuerdo a la densidad poblacional, hasta propuestas más focalizadas como habilitar terrenos privados baldíos como áreas de recreación pública.
Otras propuestas quedaron obsoletas a partir de definiciones del Ejecutivo porteño en materia de obras, como destinar a uso público los terrenos que surjan del soterramiento del Ferrocarril Sarmiento. En contraposición a este postulado, el oficialismo llamó a concesionar todos los viaductos bajo nivel resultantes de las líneas Mitre y San Martín, aún las que por Código estaban destinadas a uso público, como la Estación Villa Crespo del FFCC San Martín.
En este mapa se muestra la despareja distribución de las hectáreas de espacios verdes por Comuna;
En este mapa se mide el porcentaje promedio de metros cuadrados per capita, con color verde en los barrios más desahogados, hasta llegar al naranja y rojo de las zona críticas. (Fuente oficial: GCABA)
Las pérdidas de espacios verdes registraron especial énfasis en la siempre castigada zona sur del distrito más rico del país, con la disminución de al menos 200 hectáreas durante los últimos años solamente en el Parque de la Ciudad, Barrio Olímpico, Parque de la Victoria, Club Guillermo Brown y la zona del Autódromo Oscar y Juan Gálvez en Villa Riachuelo, según denuncian militantes ambientalistas.
Fuertemente asociada a la grieta socioeconómica que rige en la Ciudad, las comunas 2, Recoleta, y la 14, Palermo, fueron las únicas con ciertas mejoras en sus indicadores.
La siguiente tabla actualizada muestra los números oficiales desglosados por Comuna:
“En 2018 (último dato que figura en la página de estadísticas oficiales, ndr) la Ciudad contaba con 1871,2 hectáreas de espacio verde, de los cuales 1032 son de parques y 386,3 son de plazas. O sea que sumó aproximadamente 45 hectáreas de espacios verdes, pero perdió 47 hectáreas de parque y también se vieron disminuidas las plazoletas y los canteros, mientras que las plazas y jardines aumentaron”, analizó el arquitecto Olivares.
QUÉ VERDE ERA MI BAIRES
“Durante estos últimos trece años se ha profundizado un periodo de ‘concretización’ de plazas y plazoletas, formando unas plazas secas de cemento que expulsan a los vecinos en medio de las altas temperaturas veraniegas y anulan una de las características que tienen los espacios verdes que es su capacidad absorbente. Esto hace que diversas áreas como por ejemplo Plaza Miserere, uno de los pocos espacios verdes de la Comuna 3, sea tomada como uno de ellos de manera plena, cuando es prácticamente una plaza seca con algunos canteros”, explicó Olivares.
“También podemos sumar la Plaza Houssay, en la Comuna 2, que durante las últimas gestiones estuvo más tiempo cerrada por obras que abierta para el esparcimiento de vecinos y estudiantes que transitan la zona. Ahora ha incorporado equipamiento subterráneo, ‘canterizando’ sus partes verdes y minimizando el escurrimiento que podría tener como plaza, en una nueva maniobra PRO que reza que al no poder privatizar espacios verdes, privatiza sus subsuelos”, consideró.
Entre otros ejemplos de desmanejos, por enumerar apenas algunos, se cuentan también la Plaza Mariano Boedo y su diseño de canteros exóticos, y la Manzana 66, espacio ganado por los vecinos después de una disputa de años de lucha por convertir la esquina de Avenida Jujuy y Avenida Belgrano en un espacio verde, aunque debieron conformarse con un gran playón de material con apenas un corazón con contados canteros verdes.
Estos últimos casos forman parte del equipamiento verde de las dos comunas más grises (o más bien en rojo) de la Ciudad, la Comuna 3 y la Comuna 5, que a su vez son las que cuentan con la mayor densidad poblacional. Boedo y Almagro son los barrios porteños más grises: entre ambos reúnen el triste récord de apenas 0,2 metros cuadrados de verde por habitante.
Otra política no inclusiva del PRO que fue marca registrada durante los últimos años consistió en enrejar plazas, parques y plazoletas. En nombre de la seguridad resultaron cercados un gran número de espacios verdes, algo que además de limitar el uso, forma barreras de circulación libre por la ciudad. Se encierran espacios públicos que deberían ser amigables y atractivos para vecinos y vecinas, como una arista de la misma disputa, si se quiere incluso ideológica, con la idea subyacente de contener lo verde para que lo gris se siga expandiendo, así como los consecuentes negocios de construcción implicados.
“El ordenamiento ambiental de la ciudad, que abarca la configuración de sus diferentes usos, entre ellos los espacios verdes, es producto de una historia y de los modelos de desarrollo dominantes en cada etapa, desde la época colonial hasta hoy. Esa historia y esos modelos que se cristalizan en parques, plazas, barrios residenciales, zonas industriales y zonas de servicios, se tornan cada vez más complejos de modificar y las decisiones sobre cambios de uso o nuevos usos quedan generalmente relegadas a ‘parches’ ocasionales o a las oportunidades generadas por el avance de la ciudad sobre el río, como el caso de la Reserva Ecológica, la Reserva de la Ciudad Universitaria, la exCiudad Deportiva de Boca Juniors o el sector de Costa Salguero”, consideró desde un punto de vista histórico, Claudio Daniele, profesor de Ecología y Biogeografía de la carrera de Geografía (UBA).
Buenos Aires es una de las ciudades con menos espacios verdes por habitante del país, y un 12,4% de su población reside lejos de un espacio verde público, es decir, a más de 350.000 porteños les falta un parque o una plaza más cerca de su vivienda, problema que fue puesto en evidencia con las limitaciones de movilidad en cuarentena. La población más vulnerable sufre en forma desproporcionada la falta de acceso a espacios verdes: más de una cuarta parte registra un bajo acceso a espacios verdes, situación que solo afecta a un 4% de los residentes del nivel socioeconómico más alto. Por si alguien quisiera poner en entredicho la pluralidad de fuentes tomadas, el último párrafo expresa datos del recientemente publicado “Atlas de Espacios Verdes en Argentina”(3) de la Fundación Bunge y Born.
LO QUE DEJARÁ LA PANDEMIA
“La pandemia del coronavirus deja, entre otras cuestiones, en evidencia la fácil propagación de las enfermedades en ciudades y espacios densamente poblados y eso tiene una correlación directa con el mal uso del espacio público y la falta de planificación. La gestión de los espacios verdes no es solo el plantado de unidades arbóreas individuales sino una visión integral, que incluya a los espacios públicos en general. En muchas grandes ciudades del mundo se comienza a ver un cambio de paradigma, forzado por la pandemia y la cuarentena, en el que se priorizan calles peatonales, uso de la bicicleta, ensanchamiento de veredas para facilitar el espacio y evitar las aglomeraciones”, explicó Hougassian.
“Esta es una discusión a la que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires nuevamente llega tarde, con pocas medidas proactivas y, al contrario, sigue privilegiando los negocios inmobiliarios, tratando de poner más cemento, construir más edificios y vender más departamentos, en contra de cualquier idea del uso comunitario de los espacios públicos y los espacios verdes de la Ciudad”, agregó.
Todas las ventas de tierras en algún punto generan espacios verdes asociados a los mismos emprendimientos inmobiliarios y casi todos están justamente localizados en las comunas 1, 13 y 14, en barrios como Belgrano y Palermo, que a la vez son las que menos problemas de espacio público tienen. También existen concesiones del espacio público como las del EcoParque (el antiguo Zoológico de Buenos Aires), que deben ser revisadas.
Otra política que se viene dando hace años en varias ciudades del mundo es la de desentubar los arroyos que fueron enterrados hace años. La Ciudad tiene doce cuencas y cientos de kilómetros de arroyos entubados que circulan bajo nuestros pies. Arroyos de los que se han eliminado su fauna y flora nativa. Algunos como el Medrano han dejado su huella, el Maldonado generó la avenida Juan B. Justo, que parte la ciudad en dos y el Cildáñez hoy tiene varios cientos de metros al aire libre, al borde de la Reserva del Lago Lugano.
Donde los vecinos podrían sumar espacios grandes y bellos parques, el gobierno porteño hace negocios. Las playas ferroviarias pueden dar fe de ello. El Playón de Colegiales ya ha sido loteado y se iniciaron las ventas de las parcelas. El de Caballito no corrió la misma suerte, por disposición de la actual gestión de la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), pero los vecinos están luchando hace años por una fracción de tierra frente a la Av. Avellaneda, que se ha vendido de manera espuria a la constructora IRSA, y ésta plantea realizar diversas obras que alteran la escala edilicia del barrio.
Las tierras del exTiro Federal están incluidas en otro de los negocios que se llevan adelante. El criterio de “parque” que el GCBA ha concebido es muy distinto al del inconsciente colectivo porteño: el Parque de la Innovación será un complejo minado de edificaciones. Y hecha la ley, hecho el negocio, ya se han vendido las parcelas más provechosas, que dan a la Av. Libertador, donde se podrán construir hasta cien metros en altura, con excepciones a los códigos urbanísticos.
El Mercado de Hacienda, en Mataderos, está pronto a ser fraccionado y parcelado. La Costanera Norte, y en especial los terrenos donde hoy se ubican Costa Salguero y Punta Carrasco, bajo el lema del “Distrito Joven”, han generado un sinfín de negocios, donde un 35% de la superficie se destinará a la construcción para la especulación inmobiliaria. Catalinas norte es otro caso.
Y la frutilla del postre, el Paseo del Bajo. La construcción de una autopista (bajo tierra) en el siglo XXI en el interior de una Ciudad debería haber producido mucho más revuelo del que generó. Más cuando la construcción de la obra le salió 400 millones de dólares al Estado Nacional, durante el mandato de Macri, de los que 175 millones de dólares debían ser pagados por el GCBA. En una jugada entre ambos estados, hasta diciembre de 2019 bajo el mismo signo político neoliberal, se le transfieren a la Ciudad los terrenos del Barrio Carlos Mugica, un terreno sobre la Calle Salguero cercano al río, el predio de la estación Villa Crespo y el Mercado de Hacienda, entre otros, para saldar así la deuda de manera irregular, algo que actualmente se halla bajo revisión por parte del gobierno del presidente Alberto Fernández.
Como botón de muestra, Macri, antes de dejar la presidencia, autorizó 31 escrituras de cesión de tierras públicas de Nación a la Ciudad por un valor aproximado de 16 mil millones de pesos, esto solamente en el lapso del 28 de octubre hasta el 9 de diciembre de 2019 incluido, es decir literalmente hasta su último día de gobierno, cuando están expresamente prohibidas estas medidas durante el último semestre del fin del mandato, en cumplimiento del artículo 15 bis de la Ley N° 25.917 (Ley del régimen Federal de responsabilidad Fiscal y Buenas prácticas de Gobierno).
El Frente de Todos viene sosteniendo que las tierras públicas tienen que ser destinadas al uso público, especialmente para espacios verdes y que se debe frenar por todos los medios posibles el proceso de privatización que lleva adelante la gestión de Rodríguez Larreta. Para ello propuso, entre otras medidas:
– Destinar mayor presupuesto para la conservación de los grandes pulmones de la ciudad.
– Plan de forestación de espacios públicos con especies nativas, es decir árboles y plantas que se adaptan a nuestro ambiente.
– Corredores ecológicos entre los relictos de vegetación que quedan en la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Es importante que haya conectividad entre los espacios verdes para garantizar una mejor provisión de los servicios ecosistémicos (más biodiversidad, más retención de contaminantes y más absorción de agua).
– Plan de conservación y manejo sustentable de los espacios verdes de la Ciudad.
La única verdad es la realidad y hasta ahora la “Ciudad Verde” tan mentada en las campañas oficialistas porteñas no dejó de ser más que una absoluta irrealidad que se va corriendo siempre hacia adelante, como los reverberantes espejismos en las rutas que produce el calor del asfalto recalentado sobre la línea del horizonte.
(1) – https://www.euro.who.int/en/health-topics/environment-and-health/urban-health/publications/2017/urban-green-space-interventions-and-health-a-review-of-impacts-and-effectiveness.-full-report-2017
(2) – https://www.buenosaires.gob.ar/gestioncomunal/obras-y-mantenimiento-comunal/espacios-verdes/registro-de-espacios-verdes
(3) – https://www.fundacionbyb.org/atlas-espacios-verdes-argentina