APUNTES PARA EL DEBATE – UNIÓN POR LA PATRIA CABA – CULTURA
LA NO POLÍTICA CULTURAL DEL MACRISMO
El 9 de diciembre de 2007 la Ciudad de Buenos Aires definió un rumbo: el gobierno de Mauricio Macri, con Horacio Rodríguez Larreta como su jefe de Gabinete, inició un proceso político, visceral y cultural planificado para borrar las identidades populares colectivas e instalar un modelo basado en el individualismo y la presunta meritocracia.
No existen hitos colectivos gestados por el gobierno local. Si pensamos en acciones de los últimos 15 años que hayan aportado en algo al encuentro, al disfrute colectivo y al estímulo de interacción entre personas, se nos viene a la mente la creación por parte del Gobierno nacional de Tecnópolis y el festejo del Bicentenario, la multitudinaria celebración que contrastó con la exclusiva y excluyente gala realizada por la Ciudad en el Teatro Colón.
Desde que el macrismo asumió la gestión de la Ciudad, año tras año se fue vaciando la política cultural, no solo de contenido sino también de presupuesto, con recortes y subejecuciones de las partidas aprobadas. Durante la Jefatura de Gobierno de Macri, el ministro de Cultura fue Hernán Lombardi, que durante toda su gestión se ocupó de desviar fondos a la Fundación Pensar, la usina de campaña del PRO. Su marca personal fue el enorme sobreprecio en las polémicas refacciones del Colón -profundamente cuestionadas por expertos en restauración-, los despidos y el achicamiento de programas.
En diciembre de 2015, con la presidencia de Macri y el ascenso de Larreta a jefe de Gobierno, Lombardi asumió la Secretaría de Medios de la Nación y el cargo de ministro de Cultura de CABA lo tomó Darío Lopérfido; meses después, el flamante funcionario realizó graves declaraciones negacionistas que despertaron el repudio de trabajadores y trabajadoras de la cultura y de los organismos de Derechos Humanos, que exigieron su renuncia. Asumió entonces Ángel Mahler, quien desarrolló una gestión opaca y tuvo entre sus hitos la postergación y el incumplimiento de la anunciada reapertura del Teatro Alvear, que recién reabrió sus puertas el 20 julio de 2023, con más de siete años de retraso respecto de los anuncios oficiales.
A fines de 2017, asumió Enrique Avogadro como cuarto ministro de Cultura de Larreta, tras dos años de gestión en la cartera de Nación junto a Pablo Avelluto. Durante este período, se encargaron de realizar un profundo ajuste con despidos, persecuciones y congelamiento de áreas. Avogadro replicó este modelo en la Ciudad.
En síntesis, se cumplieron más de 15 años del mismo proceso político-cultural, de desprecio por la cultura popular y la vulneración de los derechos culturales.
PRESUPUESTO EJECUTADO
Es evidente la pérdida de participación del presupuesto del Ministerio de Cultura sobre el total del presupuesto de la Ciudad a partir del 2009. Es tan marcada que los picos individuales no revierten la tendencia.
Hasta el año 2013, la porción del presupuesto de la Ciudad que utilizó el Ministerio de Cultura promedió el 3,5% del total. A partir del 2014, se redujo al 2%. La peor caída empieza en 2020, cuando rompe el piso del 2% y deja un mínimo histórico para 2022.
Medido en términos reales, desde el año 2008 y a pesar del breve incremento en 2010, el presupuesto utilizado por el Ministerio de Cultura registra una tendencia descendente, arrastrada por las disminuciones desde la asunción de Larreta que, a excepción del 2021, ha llegado a tener hasta la mitad de presupuesto que la gestión de Macri.
En otro aspecto de los análisis, podemos ver la participación de los subsidios dentro del presupuesto total del Ministerio de Cultura, por año: los subsidios totales se mantuvieron estables, a excepción de los dos años del impacto mayor del COVID-19. Sin embargo, es notable el bajísimo porcentaje sobre el total del Ministerio que se destina a subsidios para financiar bienes de capital.
El Gobierno de la Ciudad viene bajando los subsidios para infraestructura cultural: desde 0,05% del presupuesto del ministerio progresivamente hasta llegar a 0% en el 2020. El compromiso con la creación y mantenimiento de la infraestructura también perdió importancia en el presupuesto y más de la mitad de los subsidios queda en la Comuna 1.
Esto ocurre por diversos factores. Si bien es cierto que la centralidad turística y los edificios históricos se encuentran en su mayoría en esta Comuna, es importante destacar la falta de políticas para descentralizar el acceso a los bienes y derechos culturales del resto de los barrios de la ciudad.
Si se elimina el impacto de la Comuna 1, en la distribución promedio de los subsidios a valores constantes también se ve una marcada desigualdad.
La Ciudad de Buenos Aires se caracteriza por ser una capital cultural. Cada barrio de la Ciudad cuenta con una identidad propia, con expresiones artísticas diversas que se entrelazan, constituyendo un distrito donde conviven el arte callejero, las murgas, el tango, la gastronomía, las distintas culturas latinoamericanas, el teatro independiente, los sellos musicales, Caminito, la feria de Mataderos, entre otros ejemplos.
Sin embargo, el Gobierno de la Ciudad no reconoce esta diversidad ni promueve la cultura popular. En cambio, concentra y fortalece determinada programación cultural mientras persigue y penaliza otras. Por poner solo algunos ejemplos, vemos cómo obstaculizan el trabajo de los artistas callejeros bajo solicitud de “permisos” y burocracias que no aportan a su regularización y fortalecimiento sino que dificulta su trabajo, los persigue y penaliza. Otro ejemplo son los centros culturales independientes, que hace muchos años y a pesar de su lucha y organización, siguen sufriendo las arbitrariedades de la Agencia Gubernamental de Control.
Ningún espacio público se puede ocupar con alegría. El modelo no es participativo y colectivo, sino individual y pasivo; una transacción, una instancia de consumo. No hay posibilidades de habitar el espacio público con otros ni de un intercambio en la diversidad que sea enriquecedor para la convivencia y el respeto mutuo, para la generación de identidades colectivas. Se generan programaciones segmentadas y excluyentes, uniformando estilos de espectadores, con un imaginario de consumidor cultural generalmente ajeno, turista. La propuesta política es vivir y consumir la ciudad como un turista.
Si bien sabemos que en la Ciudad faltan espacios verdes y comunes, los que existen no son aprovechados. En este sentido, vemos cómo se encuentran carentes de todo tipo de actividad los distintos anfiteatros públicos de nuestra ciudad, como el de Parque Sarmiento o el de Mataderos. Peor aún es que el gran anfiteatro emplazado en el centro de Parque Centenario durante los años 2020 y 2021 ha sido “privatizado”, cedido a grandes productoras a efectos de producir eventos con entradas a un alto costo para el común de las y los porteños.
Dentro de las virtudes culturales de nuestra ciudad, una de ellas es la denominada “cultura independiente”, como son los centros culturales, clubes de música en vivo o las milongas.
En ese sentido, si hay algo que es único en nuestra ciudad es el Circuito de Teatro Independiente que cuenta con más de 300 teatros de entre 50 y 250 personas de capacidad.
Estas expresiones encuentran su apoyo estatal en el programa “modelo” de la gestión macrista: Incentivo a la Promoción Cultural, cuyo nombre marketinero es “Impulso cultural”. Este programa concentra el financiamiento a la mayoría de las disciplinas artísticas y expresiones culturales, milonga, teatro, danza y circo, pero también para espacios como clubes de música en vivo, centros culturales y galerías de arte, entre otros. Sin embargo, sus objetivos no se corresponden con su presupuesto. En ese sentido, la evaluación presupuestaria muestra que desde el año 2008 (año de su creación) hasta la actualidad, el programa ha perdido el 33% de su poder adquisitivo. Es decir, se trata de un programa que ha ido incorporando sectores (a fuerza de lucha y mucha organización colectiva) pero con un presupuesto cada vez más recortado.
OFERTA PÚBLICA CULTURAL
Según el Observatorio Universitario de Buenos Aires de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en el año 2019 casi el 50% del presupuesto del Ministerio de Cultura porteño se asignó a Centros Culturales estatales u oficiales, dejando de lado todos aquellos centros barriales que popularizan y acercan el arte y la cultura a la población de cercanía. En ese marco, se entiende que solo el 5,6% del porcentaje provisto a los centros culturales se destina a las actividades y/o programas socioculturales en los barrios de CABA, una muestra clara acerca de cuáles son las políticas públicas culturales del Gobierno de la Ciudad: acceso restringido a los movimientos culturales, segmentación y discriminación.
Testimonio de todo esto son los docentes del programa “Cultura en los barrios”, que nuclea 36 centros culturales y alrededor de 600 talleres con una incidencia social directa en los barrios más populares de la Ciudad. Se trata de uno de los programas culturales más antiguos del país (se creó en 1984), es completamente gratuito y permite el aprendizaje y la formación en diferentes disciplinas relacionadas con la producción artística y cultural, en muchos casos de manera descentralizada. Los docentes siguen en una situación de precarización laboral insostenible: después de trabajar en el programa por 20 años continúan en “planta transitoria”, ganando la mitad del sueldo, sin aportes y sin ningún derecho laboral garantizado.
El jefe de Gobierno de la Ciudad utiliza el eslogan “Cultura en los barrios” para promocionarse y candidatearse, cuando dicho programa recibe la partida presupuestaria más baja en el sector de la Cultura. En 2019, cuando la iniciativa cumplió 35 años, las autoridades anunciaban que había “más de 1400 talleres”. Actualmente, la comunicación oficial bajó a 100 talleres, aunque dicen que hay 1300. Pero hay un agravante: más de la mitad de los talleres no volvieron a la presencialidad en 2022. Solo 600 son presenciales y el resto siguen siendo virtuales, sin que las autoridades hayan explicado por qué. Las horas de taller presencial por clase se redujeron de tres a dos. De este modo, la virtualidad es la coartada perfecta para la destrucción del programa.
En esa misma situación de vulnerabilidad laboral se encuentran también los y las docentes del Conservatorio Superior de Música “Manuel de Falla”, una de las instituciones más antiguas y prestigiosas del país, que lleva más de 11 años sin tener ningún proceso de titularización por parte del Gobierno porteño, lo que conlleva la pérdida de años de antigüedad y derechos laborales. Este conservatorio, que ya tiene más de 100 años, es además de una academia de excelencia en la formación de artistas, un centro terciario de formación docente. Sin embargo, sus trabajadores y educadores denunciaron en reiteradas oportunidades una reducción de personal, achicamiento del presupuesto y ausencia de un proyecto educativo-cultural para la institución. Sus delegados gremiales reclaman materiales básicos para el funcionamiento del edificio: ventilación, iluminación adecuada y un lugar para guardar sus instrumentos así como jabón, lavandina y artículos esenciales de higiene. Las reiteradas denuncias de trabajadores/as y personal docente de la institución manifiestan el total abandono que sufre el conservatorio por parte de las autoridades de la DGEART (Dirección General de Enseñanza Artística).
La misma situación de desidia por parte del gobierno de Larreta viven cotidianamente otras instituciones artísticas-educativas de la ciudad: la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático), el IVA (Instituto Vocacional de Arte) y el Instituto de Investigación de Etnomusicología.
El 9 de agosto de 2022, Enrique Avogadro anunció el comienzo de la segunda etapa de las obras de puesta en valor del Teatro Presidente Alvear. También dijo que “el emblemático Teatro abrirá sus puertas el año que viene sumando un teatro más, con una gran programación, a la vida cultural de la Ciudad”. Lo que no dijo es que no fue ni la primera ni la segunda vez que el gobierno porteño hizo el mismo anuncio: el Teatro Alvear tiene 80 años y estuvo cerrado por reformas desde 2014. Según el Gobierno porteño -que entonces encabezaba Mauricio Macri, con Hernán Lombardi como ministro de Cultura- en ese año se iniciarían obras de infraestructura y actualización tecnológica con una duración de ocho meses. En 2018, Jorge Telerman anunció que el teatro reabriría sus puertas en 2019. Como es de público conocimiento, no cumplió. Pero no importó: Larreta premió su inacción designándolo como director del Teatro Colón. El macrismo todavía les debe a los porteños una explicación de por qué el teatro recién reabre sus puertas en julio de 2023. Increíblemente y después de semejante cantidad de años, el ministro Avogadro le echó la culpa del cierre del teatro al conflicto por la coparticipación.
QUINCE AÑOS DE PATRIMONIO ARRASADO
Con respecto al patrimonio tangible e intangible, venimos viendo desde hace 15 años cómo se va demoliendo una ciudad en la que solo se levantan edificios con paredes de papel, 100% dependientes de la energía eléctrica, que no dan una respuesta habitacional y contribuyen a la falta de espacio verde por habitante. Además, eliminaron edificios con protección cautelar dentro del Área de Protección Histórica y habilitaron un nuevo código de Planeamiento Urbano en un trámite legislativo. En el tratamiento, solo se protegió el 1% de los edificios construidos antes de 1941.
El patrimonio, como sabemos, no solo es material, sino que también existe el patrimonio intangible, aquel que no se ve, que no se toca, pero que constituye el ADN de una comunidad a través de sus prácticas culturales, laborales y sociales. En ese sentido, la gentrificación ocasionada por una ciudad que demuele y suplanta a la población original por otra, genera barrios como San Telmo, pensados más para turistas que para la gente que vive allí, ocasionando un desfase de precios de consumo que expulsa a aquellos que no pudieron competir con el poder adquisitivo de quien llega con divisas extranjeras.
Por otro lado, también cabe destacar el valor histórico de un patrimonio, que no está dado solo por la cantidad de años que tiene el espacio-inmueble, ni tampoco por su belleza arquitectónica, sino por los acontecimientos que sucedieron en dicho espacio y los personajes históricos que la habitaron. Un caso testigo es la demolición de la casa donde vivía Alfonsina Storni.
Cuando los negocios para unos pocos van en detrimento de la mayoría de la comunidad, de su identidad, de su herencia como ciudadanos y ciudadanas de una ciudad construida al calor de las masas migratorias, la posibilidad de modificar esa corriente está en manos de aquellos que con su voto pueden revertir esa tendencia. No hay secretos ni imposibles, solo falta tomar conciencia de que la Ciudad es de todas y todos los porteños y no de un grupo selecto que decide llevársela puesta en pos del engrosamiento de sus arcas personales, constituyendo una no-ciudad, uniformada, despojada de sus principales patrimonios, maquillada, con árboles de plástico y piletas pintadas en el suelo, que lo único que tiene de verde es su inmadurez arquitectónica.
Recientemente, en un derroche innecesario del erario público, se pavimentaron pasajes adoquinados de forma inconsulta con los vecinos y vecinas. En el centro porteño, obedeciendo a una idea marketinera que esconde grandes negocios, desempedraron, asfaltaron y volvieron a empedrar -con adoquines de menor calidad y mayor costo que los anteriores- demostrando la falta de un proyecto serio de puesta en valor del centro histórico de la ciudad.
La forma de manejar el patrimonio inmaterial no demuestra menos desidia que su contraparte tangible. El festival de tango que se hace en el Abasto, por ejemplo, es de “tango for export”, sin participación de aquellas y aquellos que hacen tango en la zona desde los inicios, con saberes traspasados de generación en generación; genuino, prístino y auténtico en comparación con la variable turística que ofrece el Gobierno de la Ciudad.
La formación de una suerte de ciudad uniformizada, o no-ciudad, conlleva un menoscabo de la identidad porteña, una formación de de no-lugares que, como remarca Augé, en las “sociedades sobremodernas” desplazan la hegemonía desde un lugar situado en el humano y su vida cotidiana, en su identidad a partir de la habitación de un espacio amigable, para encontrarse en un completo extrañamiento e imposibilidad de adaptación debido a la velocidad con que se modifica y singulariza su entorno.
El cuidado del patrimonio tangible e intangible de nuestra ciudad es una tarea que nos compete a todas y todos, pero, que además, está intrínsecamente ligada a otras áreas de interés ciudadano tales como vivienda, transporte, ambiente o deporte. Estos 15 años quedó en evidencia que solo han priorizado el maquillaje, la no-ciudad, el desprecio por el patrimonio y los negocios en detrimento de la cultura tradicional de nuestro pueblo porteño.
Vemos cómo los distintos ministros de Cultura de los Gobiernos del PRO han hecho alarde del patrimonio histórico cultural de la Ciudad de Buenos Aires. Incluso es habitual ver a funcionarios “lucirse” con ellos. Pero a continuación, analizaremos con ejemplos concretos cómo el PRO descuida el patrimonio:
Escuela Taller del Casco Histórico
La escuela taller del Casco Histórico se ubicaba en la intersección de Av. Brasil y Paseo Colón, pero en el año 2020 fue demolida a efectos de la realización del Metrobús de Paseo Colón.
Esta escuela, que forma a estudiantes en artes y oficios orientados a la conservación y restauración de bienes, funcionaba en un edificio histórico en cuanto a su arquitectura: databa de principios de 1900. La demolición se evitó durante meses debido a una medida cautelar; pero finalmente, y para sorpresa de los vecinos y vecinas, se concretó.
La mudanza de los bienes y el inicio de la demolición se realizó en plena pandemia, un sábado a la medianoche, evidenciando la falta de apoyo y legitimidad de la medida. Fueron varias las movilizaciones y abrazos a la Escuela Taller por parte de vecinos, vecinas, comunidad educativa, ex docentes y organizaciones de los barrios vecinos: La Boca, San Telmo, Monserrat, Barracas. Pero la Ciudad no escuchó sus reclamos.
La antesala fue la reducción de su presupuesto, que cae abruptamente desde el año 2018 y aún más a partir de 2019. La reducción del presupuesto en términos reales alcanza el 92% en el año 2022.
Casco Histórico
El Casco Histórico es un símbolo de nuestra Ciudad, con sus calles adoquinadas, sus edificios de época, sus librerías antiguas, los museos, anticuarios y lugares que contienen historia de la Ciudad y el país. Lamentablemente el desarrollo inmobiliario lo avasalla, con un proceso de gentrificación que expulsa a vecinos y vecinas y negocios históricos, con una falta total de respeto por el adoquinado – que se encuentra declarado como patrimonio de la Ciudad – con demolición de edificios históricos y restauraciones con aires de grandeza que no hacen más que atentar contra nuestra historia.
Convento de Santa Catalina
A través de un convenio urbanístico –una herramienta de excepción utilizada con habitualidad por el PRO– el GCBA en el año 2021 habilitó la construcción de una torre de 23 pisos al lado de la Iglesia Santa Catalina de Siena, que data del año 1745 y es un sitio declarado patrimonio arqueológico y monumento histórico nacional, ubicado en área de protección histórica.
Esta no es la primera vez que intentan llevar adelante un proyecto inmobiliario de estas características. Desde los años ’70 existieron en torno a ese terreno al menos cuatro proyectos de construcción de complejos edilicios con altísimo potencial de afectación e impacto al entorno del Convento. El último, presentado en el año 2012, era un proyecto similar al que se está discutiendo hoy. Buscaba construir un edificio de 18 pisos, 5 pisos menos que la torre que ahora se pretende autorizar. ¿Qué sucedió? A raíz de un amparo presentado por la organización “Basta de Demoler”, la justicia local declaró nula la resolución y se impidió el avance de la obra. Este fallo fue confirmado por el Tribunal Superior de Justicia, que hizo suyas las palabras de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos: “Es de una escala tan desmedida que produciría un daño irreversible, que implica la destrucción de la imagen del monumento con la consiguiente pérdida irreparable de los valores patrimoniales que sostienen este importante testimonio de la historia”.
El Gobierno de la Ciudad no dio intervención a la Comisión sobre este nuevo proyecto; la misma tomó conocimiento a través de los medios de comunicación y luego manifestó: “Resulta imprescindible la existencia de un Estudio de Impacto Ambiental que contemple especialmente los efectos negativos sobre el patrimonio declarado, tanto el edificado como el arqueológico”.
Asimismo, “Basta de Demoler” presentó un proyecto para que en ese terreno se dé lugar a una plaza. La Ciudad respondió que efectivamente se crearía una plaza, pero en el convenio ni siquiera figura como tal, sino como “cobertura vegetal” que no implica un espacio verde absorbente. Gracias a la organización de los vecinos y vecinas y de las organizaciones de la sociedad civil, con el apoyo de legisladoras del Frente de Todos (ahora Unión por la Patria), se evitó al momento que el proyecto avance.
Cementerio de la Recoleta
Esta necrópolis, que contiene muchísimos Monumentos Históricos, es un ícono del descuido, el maltrato y la privación del patrimonio a vecinos y vecinas de la Ciudad, como así también a sus visitantes. En este lugar se encuentra por ejemplo, la tumba de Evita, la más visitada de todo el mundo.
Para ingresar a este sitio histórico de la Ciudad hay que abonar una entrada de un valor elevado. Esto no es cuidar el patrimonio: es privatizarlo.
Tango
El tango ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires y también Patrimonio Cultural de la Humanidad, que genera miles de puestos de trabajo y fuente de ingresos para la Ciudad. Lejos de promover esta actividad, el GCBA la restringe, le quita presupuesto y persigue a las milongas y a los artistas.
Patrimonio inmaterial
A contramano de las nuevas corrientes que estudian el patrimonio, el GCBA desatiende todo lo atinente al patrimonio inmaterial de la Ciudad; así como lo hace con el tango, también lo hace con las murgas, con las colectividades, con el barrio de La Boca, entre otros.
Además de estos claros ejemplos, a continuación se efectúa un análisis presupuestario de lo pertinente a la protección y preservación del patrimonio.
Comisión de Protección y Preservación del Patrimonio
Para entender el rol y la función de esta comisión, basta con analizar el presupuesto asignado desde el año 2007 a la fecha. En ese sentido, al considerar en términos reales la evolución del presupuesto asignado a este programa desde el año 2007 hasta la actualidad, se observa que este ha perdido el 86% de su poder adquisitivo. Si analizamos los distintos programas destinados a la protección, preservación y construcción del patrimonio vemos un grave recorte presupuestario en los 15 años de gobierno PRO, que se agravó aún más en los últimos años.
Por último, hay que destacar que nuestra Ciudad supo ser y es cuna de grandes escritoras y escritores que nos enorgullecen, como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Ernesto Sábato y Alfonsina Storni. El libro, uno de los pocos objetos que resiste y sigue triunfando ante el paso del tiempo y las nuevas tecnologías, es algo que nos identifica y nos compone como sujetos en sociedad.
Buenos Aires es la ciudad del mundo con más librerías por habitante, y pese a ello no hay ninguna política que apoye y fomente este sector. Lo mismo sucede con el mundo editorial independiente: cientos de editoras y editores llevan día a día con gran trabajo la edición de nuevos libros sin ningún acompañamiento por parte de la Ciudad.